«El mundo ya estaba así de mal
cuando llegué yo y cada vez va a peor. Yo no tengo ningún poder para
cambiarlo». Frases para la posteridad de «La Biblia de las Justificaciones. Capítulo I:
el pesimismo, la derrota y la falta de responsabilidad».
Ayudar a los congéneres de
cualquier parte del mundo requiere saltar un montón de dificultades, esquivar
trampas por doquier. En numerosas ocasiones existe el impulso, que es propio
del ser humano, de ayudar a aquella persona que sufre, pero no lo seguimos, de
tal manera que nos sentimos culpables por no hacerlo y lo justificamos de
muchas maneras. Al final, no queremos ni ver la realidad, o nos endurecemos
porque no
sentimos que podamos hacer nada para cambiarla. Es el momento en que ya hemos sido domesticados o aborregados.
sentimos que podamos hacer nada para cambiarla. Es el momento en que ya hemos sido domesticados o aborregados.
Por el contrario, si aún escuchamos,
aunque sea lejanamente, el impulso, la llamada de la Humanidad pidiendo ayuda,
hay que rescatarlo. Todos los seres humanos necesitan ayuda: los que abusan para evitar que lo
sigan haciendo, destruyendo y destruyendo su conciencia, y los que son
abusados, para defender sus derechos, su vida. Evidentemente, los que necesitan
más ayuda, con los que hay que colaborar es con los que sufren, no los que
hacen sufrir. Porque cuando salen de esa situación las víctimas, los maltratadores
no pueden seguir siéndolo, ya que no tienen a quién maltratar. Es hacer
carambola. (Lo de «matar dos pájaros de un tiro», no es una expresión apropiada
en ningún caso, así que los dejamos vivos y «hacemos carambola»).
Cuando una persona sigue su
impulso, muchas otras alrededor responden con desconfianza. ¿Ayudar a los
demás? Seguro que hay alguna intención de sacar provecho. ¿Ayudar a las
personas de otro país? ¡Si la ayuda hace falta aquí, no en otro país! Hay quienes la conciencia y la bondad se la dejaron en la ITV de la empatía y dicen: «Si
están así de mal en otros países, será por algo. Cada cual tiene lo que se merece».
Sin comentarios.
El altruismo ha sido utilizado,
mancillado, menospreciado hasta degradarlo a limosna... Tal y como está estructurado el sistema social, nos parece increíble que alguien haga algo por alguien sin esperar nada a cambio, sin que medie su propio
interés y beneficio. Sin embargo, el altruismo es una mínima parte que está englobada en conceptos mayores como la
sensibilidad, la entrega, que, asimismo, pertenecen a entidades más amplias como el
idealismo, el sentido de justicia, de igualdad que, a su vez, están integrados en valores universales: el amor y la conciencia por la Vida.
El chorreo de justificaciones
para no hacer nada a pesar de la conciencia es infinito, y tiene diversos
formatos. Están quienes sí quieren hacer algo, pero no es el momento, de tal
manera que las circunstancias son más poderosas que su impulso de ayuda y de
bondad y quienes no van a hacer nada porque no se creen que puedan o que sirva
de algo. Hay un tercer grupo que se engaña a sí mismo diciendo que es
suficiente con lo que hace, y no quiere ver más allá. Del cuarto grupo ni hablamos porque es el que se ha arrancado el corazón y la conciencia, y si hace falta los ojos para no ver más allá de sus narices y encima actuar con soberbia, violencia y cinismo.
Cierto es que hay muchas personas
que se lanzan a colaborar con nuestros congéneres. Seres humanos que pasan por encima
de toda la desconfianza, las creencias negativas, y toman una decisión y un
compromiso. Desarrollan conciencia, estrategia, fuerza, etc. y lo ponen todo al
servicio de la Vida, para sí mismos y para los demás, desarrollando,
defendiendo y protegiendo. Para los que no están ahí aún y
quieren estar, va dirigida esta conciencia.
Todos somos uno. No son primero los
de mi pueblo, luego los del pueblo de al lado, luego los de mi provincia, luego
los de mí país, etc. O todos vamos bien, o todos vamos de pena. Si el impulso
que tengo es de ayudar a un pueblo de Groenlandia, lo hago. Eso crea un efecto
positivo en todas las personas que están cerca de mí de manera que es ayuda.
Tal vez es ayuda a crear conciencia, o ayuda a no subestimar nuestro poder de
cambiar las realidades enfermas por sanas. Ayudar como sinónimo de ponerse al servicio, de comprometerse, de entregarse y luchar por ello hasta el final.
Lo de sentir que «no me llega ni
para mí», es un sentimiento generalizado de angustia, de pobreza, de limitación.
Hay para mí y para todos y todas. Hay pueblos, naciones que les han arrebatado todo
medio de vida y les han dejado indefensos. Es hacer justicia, imponer el bien
para todos desde esa sensibilidad y ese amor por los seres humanos.
Si nos quedamos en nuestro
ombligo, pasará el tiempo y siempre habrá más dificultades y seguiremos
posponiendo la acción.
Es el momento. Si queremos,
podemos. Sólo hay que encontrar cómo, y eso se consigue con entrenamiento,
perseverancia y todas nuestras capacidades puestas al servicio del bien. Ésta es la verdadera revolución.
Maite for president!! Tú sí que revolucionas positivamente el mundo. Lorena.
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