Creemos que en las relaciones
existe un factor muy importante a tener en cuenta que es la suerte. La mala y
la buena. En realidad cuando formulamos la queja es por la mala. Aún no he
conocido a nadie que hable de su buena suerte en las cosas y menos que se queje
por ello.
Cuando la expresión va orientada
a las relaciones nunca asumimos que existe una causa. Puede ser en las
relaciones con los amigos, aunque es más claro el ejemplo en las llamadas “sentimentales”,
es decir, de pareja. ¿Por qué? En el caso de los amigos como hay más
diversidad, no se nota tanto la “mala suerte” aunque la tendencia sea ésa. De
hecho, si con ellos tenemos problemas habitualmente acabamos pensando que “la
gente es así” y generalizamos. Cuando esto mismo se centraliza en una persona
con
la que buscas crear un proyecto de vida común, el asunto se recrudece. Y cuando vamos de oca en oca, o mejor dicho, de ganso/a en ganso/a –con perdón por los gansos o gansas- ya lo de “y tiro porque me toca” acaba transformándose “y (me) tiro (por el balcón), porque me toca(n los ovarios/gónadas).
la que buscas crear un proyecto de vida común, el asunto se recrudece. Y cuando vamos de oca en oca, o mejor dicho, de ganso/a en ganso/a –con perdón por los gansos o gansas- ya lo de “y tiro porque me toca” acaba transformándose “y (me) tiro (por el balcón), porque me toca(n los ovarios/gónadas).
¿Qué pasa? ¿Es mala suerte?
¿Somos nosotros? ¿Son los demás? Y comienza el rucu-rucu de la cabeza. ¿Por qué
siempre tropezamos con la misma piedra o con el mismo ladrillo? ¿No hemos
aprendido lo suficiente de la anterior relación? ¿O de la anterior a la
anterior? ¿O de la anterior…? Bueno, ¿para qué seguir flagelándolos por todos
los errores, equivocaciones y desastres varios? No por hacer eso vamos a
resolver el enigma. Aunque más que enigma, vocablo que desprende un halo de
misterio romántico, podemos denominarlo expediente X o la cruz que llevamos
encima.
El caso es que acabamos siempre
con el mismo tipo de persona, con un patrón parecido, con dinámicas similares y
terminamos por adoptar roles y comportamientos que rozan lo patológico. Es decir,
que encontramos la horma de nuestro zapato, una y otra vez. Con patológico me
refiero a insano, antinatural. ¿Qué es lo sano y lo natural? Hacerse felices,
no sufrir ni hacer sufrir, realizarse como hombre y como mujer en pareja, como
padres y como familia. (Hay que tener en cuenta que los hijos no tienen por qué
ser nuestros, puesto que todos los niños son de todos, sin que esto signifique
sentido de propiedad. Los niños en realidad, son de la vida, no tienen
dueños. En cuanto a la familia, TODOS
formamos una gran familia, todas las razas del mundo, hombres y mujeres,
pertenecemos a ella, tengamos o no una consanguínea).
¿Cuál es entonces la causa de
tender a un prototipo de relación? Curar el daño que tenemos. Pero esto que es
una oportunidad, tiene doble filo, porque en caso de que no lo hagamos, lo que
conseguimos es destruirnos totalmente.
Somos portadores de valores y de
daños, nuestros y heredados. Uno de los daños más importantes se encuentra en
las relaciones hombre-mujer. Y si conseguimos curarlo, se transforma en uno de las
cualidades más grandes.
La vida, además de ser un
milagro, es profundamente sabia. Crea oportunidades de sanación continuamente.
Y por supuesto, emitimos eso que llevamos dentro para conseguir superarlo y
evolucionar.
Pongamos un ejemplo. Si yo soy un
hombre que no he podido salvar a mi madre del sufrimiento con mi amor, eso es
lo que emitiré que soy, un hombre sin poder suficiente cuyo amor vale
francamente poco. Y el concepto que tendré de las mujeres es que pasan de los
hombres y prefieren sufrir. Lo que desconozco es que mi madre no coge mi amor y
se cura de su pena porque sigue esperando a que su padre coja el suyo y también
se salve. Y así sucesivamente hasta el mono, Adán y Eva o más allá de los
tiempos. Como mi madre está en el sufrimiento no ve mi amor y eso me pone fatal
y entro en duda. Pasan los años y, de pronto, conozco una chica de la que me
enamoro, y ella de mí. Sin embargo, ella, enganchada a que los hombres no la
quieran, proyecta que yo soy como todos, aunque quiere corroborarlo. ¿Qué
ocurre? Que yo dudo de mí y de que ella elija mi amor por encima de todo para
ser feliz. Ella, en esa renuncia, en esa falta de determinación ve al hombre
que no lucha por su amor –por el de ella- y que no cree en él mismo. Es el
comienzo de las crisis y el final de la relación. Aunque también puede darse la
otra opción, que es que el amor lo puede todo. Yo como hombre, descubro la verdad
de mí y de la mujer que sufre. Dejo de sentirme un pobrecito y me lanzo a
salvarla y a darle el hombre de verdad que nunca ha tenido. Y ella deja de
estar enganchada a su padre y a los otros que han pasado por su vida con ese
mismo perfil y da la oportunidad de creer en el hombre y en su amor. Deciden
libremente no ponerse etiquetas ni a sí mismos ni a los demás, se rebelan y se dejan
guiar por su amor. Colorín, colorado…
También puede ocurrir que una de
las partes sí busque evolucionar y curar esos daños y la otra, no. Si esa
situación persiste en el tiempo, la pareja terminará por dejar de serlo. De
hecho, la única manera de que la relación no sólo sobreviva sino que se desarrolle
y se haga indestructible es cuando ambas partes saben que la llave de su
felicidad la tiene el otro y que a través de él/ella cambiarán su destino.
Lo que emitimos es para atraer a
la persona que nos completa y complementa nuestras ilusiones hasta comer
perdices y nuestras heridas para curárnoslas mutuamente (o hasta destrozarnos).
No estamos a merced de los caprichos del destino. Estamos protegidos por la
vida y disponemos de una conciencia que nos da acceso a la verdad y fuerza para luchar.
Así pues, la frase “dime con
quién andas y te diré quién eres” es totalmente acertada. No hay casualidades
cuando nos enamoramos, o hacemos nuevos amigos. No es el azar. Somos nosotros
interactuando con nuestras neurosis y/o nuestro amor. ¿Quién ganará? Eso sólo
depende de nuestra voluntad.
Hace tiempo leí una entrevista de Prem Baba donde, en un momento dado, el entrevistador le decía "La vida trae problemas e infelicidad." Él respondía: "Son oportunidades. Cuando el problema se repite, hay que insistir en esa pregunta sabia. ¿Qué intenta enseñarme la vida que no consigo aprender?" Esto también es asumir la responsabilidad de nuestra propia vida. Genial eres... Lorena.
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