Existen muchos verbos para aplicar a la
comunicación: hablar, conversar, relacionarse, compartir, parlamentar, informar,
notificar, transmitir, etc. En todas estas acciones ambas partes se involucran,
sin embargo, la actitud de cada una de ellas es diferente de manera habitual.
Existen relaciones en las que el
sujeto -o sujeta- A no para de contar su vida y el sujeto -o sujeta- B, no para
de escuchar. ¿Qué esperamos de la comunicación? Está claro que el impulso de
interrelacionarnos existe y persiste. Menos mal. Pero ¿con qué objetivo? ¿Cuál es nuestro perfil o hacia dónde nos decantamos? ¿Somos de los que no paramos de
hablar o de los que no paramos de escuchar? ¿Estamos equilibrados en nuestras
relaciones y hay un porcentaje proporcional en cada una de las posiciones? ¿O
tal vez no paramos de hablar como loritos sin decir nada y si estamos en
la otra parte, no escuchamos más que el ruido de las olas cuando nos hablan aunque asentimos y somos grandes confesores? En este último caso, el que habla, habla muchísimo para no escuchar sus propios pensamientos y el que “escucha” ya tiene bastante con escuchar las voces de su cabeza y sus propias neurosis que no comparte.
la otra parte, no escuchamos más que el ruido de las olas cuando nos hablan aunque asentimos y somos grandes confesores? En este último caso, el que habla, habla muchísimo para no escuchar sus propios pensamientos y el que “escucha” ya tiene bastante con escuchar las voces de su cabeza y sus propias neurosis que no comparte.
En un primer momento, cuando el
hombre es hombre –y la mujer, mujer- la comunicación verbal servía para
expresar ideas, pensamientos, deseos, ilusiones, miedos, frustraciones,
sentimientos profundos,… de una forma sanadora, de manera que nos
relacionábamos a través de una intimidad de un impulso de compartir, de unirse
al otro, de comprender y ser comprendido, de sentir, de amar. Ese objetivo de
la comunicación se va perdiendo con el tiempo, a medida que nos aislamos en
sociedad, que dejamos de buscar el vínculo profundo por miedo, desconfianza o
inseguridad.
Siendo sociales es un error el
autodestierro y vagar como almas en pena intercambiando impresiones sobre el
tiempo, el partido de la noche anterior o el último recorte del gobierno. Así,
volvemos al punto de partida: ¿Para qué nos comunicamos? El porqué está más o
menos claro, puesto que es un impulso natural. Pero lo que buscamos con esa
comunicación es necesario encontrarlo. De lo contrario, acabaremos como esos
matrimonios en una mesa del restaurante, que salen a “celebrar” su aniversario
y sólo se escucha la conversación de sonidos entre el tenedor y el plato. O uno
o una de ellos no para de cascar y el otro u otra, de aguantar.
Estas actitudes responden a la
creencia de que “todos estamos solos”. Así que mantenemos relaciones de
interés, de desahogo, de utilización, etc. Existen además relaciones jerárquicas
en esto de la “no comunicación” donde uno somete al otro. No tiene que ser
necesariamente con la palabra, puesto que el silencio también es una buena arma
para generar en la otra parte el estrés suficiente para que no pare de hablar.
O se puede someter con la palabra dejándonos apabullados y sin energía. Es
decir, que se utiliza la interacción en el lenguaje como arma de destrucción.
El objetivo de la comunicación
consiste en expresarnos desde el alma para unirnos por amor. Enriquecer y
enriquecernos, generar relaciones de buen rollo. Aprender, enseñar, compartir, respetar, admirar, aceptar el
respeto y la admiración, construir vínculos y mucho más es nuestro camino.
Redirigir las relaciones que no van por ese camino es crear la oportunidad a
las dos partes. No aceptar relaciones o comunicaciones que nos desgastan, nos
colocan en un nivel como ser humano francamente lamentable, es nuestra
responsabilidad. Que no nos utilicen, se desahoguen, nos mientan o nos
manipulen es defenderse de la imposición del mandato “las relaciones de amor no
existen”. Y que se puede vivir desde ahí es un hecho y una necesidad vital,
además de un buen rollo y un disfrute.
Me sorprende y enriquece tu nivel de comunicación, la claridad y profundidad de tus artículos. Una maravilla. Abres puertas con tus palabras. Gracias. Lorena.
ResponderEliminar