Estar en paz es lo que los seres humanos buscamos.
Hay guerras abiertas y guerras
ocultas. Pero todas las guerras están basadas en la violencia. La violencia que
nace del odio. El odio como alienación, como amaestramiento, como manipulación
de los seres humanos. Lo de que existan niños que nacen odiando es más propio
de películas de terror que de la realidad. Los niños son sensibles al amor,
aman y buscan que les quieran. El odio lo aprenden porque los adultos se lo
enseñan. La violencia es aprendida, el amor es innato.
Siempre te juegas el tipo cuando
defiendes la paz, cuando la buscas y cuando la impones. Cuando no aceptas
ningún chantaje ni amenaza. Jugarse el tipo supone que te pueden matar. En países
con conflictos activos la muerte significa que te pueden quitar la vida. Otra
forma de
matarte es generando sufrimiento, puesto que éste resta años. También pueden matar nuestras ilusiones, nuestros ideales, e incluso nuestra esperanza.
matarte es generando sufrimiento, puesto que éste resta años. También pueden matar nuestras ilusiones, nuestros ideales, e incluso nuestra esperanza.
Habitualmente utilizamos frases
como “déjame en paz”, “aquí paz y después gloria”, “descanse en paz”, “a la paz de Dios”, “estamos
en paz”, “ir en paz”, “hacer las paces” o “darse la paz”. ¿Qué significado
tienen estas expresiones? Para empezar, como algo básico, es que cuando hay
tantas utilizaciones, es porque tiene importancia y raíces. Si utilizamos una
palabra para expresar diferentes estados, matices o situaciones será por algo.
Cada una de ellas hace referencia
a la tranquilidad, el equilibrio, la calma. Por escrito carecen de connotación,
sin embargo, expresadas con un estado de ánimo alterado tal vez transmitan lo
contrario a la paz. La única que habitualmente no tiene peso como identidad es “darse
la paz” convirtiéndose en un gesto vacío de contenido, de protocolo litúrgico. La
otra que suele ser expresada sin acritud es “descanse en paz”, por eso de que a
los muertos se les respeta si no han sido unos asesinos en masa o algo por el
estilo, porque en ese caso, los que descansan en paz suelen ser los demás.
Siguiendo con esta última
acepción, ¿por qué esperar a morirse para descansar en paz? ¿Por qué no nos
sentimos en paz siempre menos excepciones, en las que toque resolver para
evolucionar? ¿Por qué estamos hartos de que nos toquen la moral -o lo que está
más al sur- y pedimos reiteradamente que nos dejen en paz?
Vivimos en un sistema en que la
paz significa ausencia de guerra, como un alto el fuego, pero el camino para
conseguir que sea estable se encuentra lleno de maleza (y de vileza). La fuerza
que hay que desarrollar para imponer el bien es total.
En ese sentido, ¿nos sentimos en
paz con nosotros mismos, con nuestra conciencia? ¿Defendemos la paz para todos
de forma contundente y sin fisuras, dudas o debilidad? Para hacerlo son imprescindibles
dos conceptos. El primero es tener la firme determinación de hacerlo y el
segundo es comprender el mecanismo, el funcionamiento y la estrategia de la
violencia, que se alimenta del sufrimiento y busca generar más odio y
destrucción. Esto no significa que comprendamos la violencia, porque para
hacerlo tendríamos que movernos desde ahí. Es como comprender a un loco si eres
cuerdo, o a un asesino si tu impulso es de salvar vida.
El punto es poner nuestra
inteligencia al servicio del bien, de la defensa del amor y de la paz para
todos, de tal manera que ésta automáticamente se coloca por encima de la
inteligencia del mal.
La paz no se consigue invirtiendo
en más armas de defensa, ni en más tanques, ni en más soldados o partidas
militares. No se consigue gritando más que el otro o insultándole más alto. Se
consigue con voluntad.
La paz exige liberarse del odio
aprendido, de la violencia que destruye, de querer ponerse por encima de nadie
y hacer uso de nuestra libertad sanamente. Relacionarnos desde ahí es hacerlo
desde el respeto con la conciencia de que los negros son personas, las mujeres
son personas, los niños son personas, los gitanos son personas, los sirios son
personas, los refugiados son personas, los palestinos son personas, los
discapacitados físicos o psíquicos son personas, los indios son personas, los
judíos son personas, los tibetanos son personas, los homosexuales y lesbianas son
personas,... y todos pertenecemos a la misma tribu, a la misma raza, a la misma
especie: a la Humanidad.
La paz requiere el perdón y el
compromiso a la entrega en un camino de entendimiento, comprensión, no
violencia, conciencia, respeto mutuo y confianza de forma permanente. De lo
contrario seguirá imperando el conflicto, el malestar, el odio y la violencia
física, verbal o del tipo que sea hacia uno mismo o hacia los demás.
El odio se alimenta de más odio,
la violencia pide violencia como la hoguera pide más madera para mantener el
fuego encendido. No sólo hay que dejar de echar más leña sino que hay que portar
mangueras, cubos de agua, para apagarla ahora y estar prevenidos cuando lo consigamos
para que nadie vuelva a encenderla. Es un camino arduo pero es el que hay que
andar, con determinación, poniendo toda la energía y la fuerza, sin permitir la
destrucción y defendiendo la vida. Hablamos de la verdadera revolución, lo otro
se queda en guerrilla. Así es precisamente con lo que mantendremos nuestra
conciencia en paz.
Eres una auténtica revolucionaria y muy potente. Mi admiración por tu labor y por la coherencia entre tus artículos y tu forma de ser y actuar. Lorena.
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