10 de junio de 2012

Con sumo consumo

Hay palabras o ideas que a veces nos pillan lejos, como que no van con nosotros. O pensamos que irán con nosotros pero dentro de un tiempo. Ahora mismo, nos da pereza o no nos apetece mucho eso de responsabilidad, salvar vida, elegir el amor por encima de todo,… Sea con la justificación que sea.

Sin embargo, leer sobre ello nos hace sentir bien, o imaginar cómo será de maravillosa la vida en unos años. Con esa actitud hemos pasado del cuento de la lechera a Antoñita la fantástica. Los cambios no pasan cuando estemos preparados, los cambios se buscan. Por supuesto que entramos en crisis –gracias a dios- una vez sí y otra también, porque esto supone una oportunidad. Para los chinos crisis significa “oportunidad” y “peligro”. Tiene ambas acepciones.

Lo que ocurre es que tratamos de pasar el “mal trago”, porque esa es nuestra traducción de “crisis” la  mayor parte de las veces, y volvemos a las mismas.

Hemos recibido una educación basada en el consumo. El consumo como sustituto de todo lo importante, para no pensar, para no sentir, para no actuar. Hoy en día, el famoso pensamiento de Descartes podría reformularse como “Consumo, luego existo”.

A pesar de que las anteriores generaciones nos culpaban de consumir, eran ellos los que no habían parado un sistema así, y nosotros nos transformábamos en víctimas. Lo mismo ocurre ahora con nuestros hijos. Nos quejamos de que consumen, piden tener, comprar, de forma peligrosa en muchos casos y somos nosotros los que no nos hemos rebelado lo suficiente como para protegerles de ser abducidos por la necesidad de tener más para ser como tal niño o mejor que tal otro. O simplemente porque necesitan tapar un agujero en algún sitio, y no es en el estómago.

¿Dónde está el límite entre servirse de las cosas o consumirlas? ¿Queremos tener muchos amiguitos porque nos importan las personas o para sentirnos especiales, importantes, con éxito? ¿Qué concepto tenemos entonces de nosotros? ¿Queremos desarrollar poder para  ponerlo para el bien todos o para crear jerarquías? En este caso, ¿cómo de seguros estamos de nosotros mismos y de nuestro valor?

Consumir es sinónimo de quemar, de utilizar en el peor sentido de la palabra.

¿Por qué sentimos la necesidad de consumir? ¿No podemos acaso resolver constructivamente en lugar de tapar algo que no queremos ver? Es relativamente fácil saber por qué lo hacemos. Lo que ocurre es que desactivar la causa real creemos que es misión imposible.

Por ejemplo, sabemos que el chocolate en particular y el azúcar en general es un sustitutivo. Y no sólo del sexo, sino del amor –amor con sexo, o sexo con amor, pero amor siempre-. Lo mismo ocurre con el alcohol, con el resto de drogas, con las compras compulsivas, con las operaciones estéticas, con el sexo como masturbación con otra persona, y con cualquier terapia ocupacional.

Necesitamos continuamente estímulos que nos hagan sentir bien y evitar conectar con lo que nos pasa de verdad.

Entonces descubrimos que, efectivamente, no nos quiere ni el tato, o nadie quiere nuestro amor. Y que nos sentimos mal por ello. Bueno, en realidad nos sentimos fatal. Pero lo tapamos porque creemos que no tiene solución. Así que a consumir: “Ojos que consumen, corazón que no siente”.

Así, llegamos a la pregunta del millón: ¿Acaso el amor lo cura todo? ¿De verdad esa es la carencia que tenemos? Y si fuera así, ¿podemos encontrarlo? La respuesta es que, por supuesto, el amor lo cura todo y tiene toda la fuerza para hacernos felices. Pero no consiste en “encontrarlo” si no en conectar nuestro amor, emitirlo y vivir desde ahí y relacionándonos con otros seres humanos de verdad, sin consumo.

Desde esa posición, podemos comer, comprar, vestirnos, leer, realizar actividades sólo para disfrutarlo y porque tomamos una decisión no desde la ansiedad, sino desde la tranquilidad, la conciencia y la libertad.

Somos seres humanos libres y ejercemos nuestra capacidad de decisión en ello. Nuestra autoridad y nuestra responsabilidad no la entregamos al daño y eso nos llena de grandeza y poder, cosa que no suele caer en gracia a los dueños de la mentira y la manipulación. Liberarse de la esclavitud y colgar los grilletes es un acto totalmente revolucionario. Y es lo que toca.

Por cierto, este artículo no está disponible para ser consumido…

1 comentario:

  1. Lo disfruto, lo aprendo... y no lo consumo!!! Gracias :) Lorena.

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