12 de junio de 2012

Sacrifícate, hermano

Hay un concepto fundamental sobre el sacrificio y es que genera sufrimiento. Ya podemos adornarlo, justificarlo, quitarle importancia o ponerle un lazo, pero como decía aquel, lo que es, es.

Sacrificar algo es “renunciar a ello en provecho de otra cosa o de una persona”, “privarse voluntariamente de algo en beneficio de algo o alguien”.

Este verbo obedece a una ideología pesimista de color negro, con tintes de derrota, y es la siguiente: en la vida no se puede tener todo.

Si no podemos tener todo, es lógico entonces que sacrifiquemos algo en “beneficio” de otra cosa o persona. Sin embargo, lo de que sea en beneficio no está muy claro, puesto que estamos restando, no sumando. Si a un niño le dices que no puede comer el caramelo que quiere, pero sí bajar al parque, acabará aceptando, con pataleta o no, pero no entenderá porque no puede tener ambas cosas si no son incompatibles.

Sacrificarse es renunciar y es muy diferente a elegir. En la elección hacemos uso de nuestra autoridad sana, en la renuncia destruimos una necesidad, un deseo o una ilusión.

Lo malo del sacrificio es que va absurdamente asociado a la bondad. Manipulación a saco (Paco), vaya.  Por supuesto, un régimen católico es una buena base en la que asentar estos conceptos, con Biblia incluida. Vamos a ver, si un hombre se sacrificó por todos crucificándose, ¿cómo no vamos a privarnos de unos días, o semanas, o meses o años de vida en pro de lo que sea más importante que lo que yo quiero? Error. Este hombre era un revolucionario y no pretendía que viviéramos sometidos. Y no se sacrificó por su pueblo sino que lo asesinaron. Y su revolución está basada en el amor con mayúsculas.

Ir de sacrificado o mártir de la causa acaba por transformarnos en víctimas de las circunstancias en una primera fase, para acabar pasando a una segunda, en la que esperamos que los demás hagan lo mismo y tomen el relevo; es decir, verdugos. Si yo he perdido parte de mi vida o parte de mi felicidad porque “no he tenido opción” o “no me han dado opción”, qué menos que los demás hagan lo mismo ¿no?

Ningún hijo quiere que su madre o su padre se sacrifiquen por él. Es una mierda como un piano, con perdón. (Perdón por lo de mierda, no por lo de piano). Sin embargo, como hemos visto antes, la persona que se ha sacrificado, espera de alguna manera que los demás hagan lo mismo, descendientes incluidos.

En ocasiones, las personas que dan el discurso del sacrificio, no lo sufren en sus propias carnes, sino que lo utilizan para manipular y poner a todos a su servicio. Éste es el caso de los políticos, que buscan someter al pueblo con arengas de este tipo, que más que enardecer los ánimos los lleva al tanatorio. Pero como prometen que en el futuro seremos felices…

Nunca aceptar una propuesta de sacrificio venga de donde venga. Hay opciones. Siempre las hay. Sólo hay que encontrarlas. Sentirnos mal por sacrificarnos es el comienzo del sufrimiento, y el sufrimiento genera enfermedad a todos los niveles. El sacrificio es un castigo, como si nos hubiéramos portado mal y estuviéramos purgando culpa.

Tal vez lo importante, además de encontrar la solución para no renunciar a nada que queramos, es tener una visión amplia de lo que estamos haciendo. Si yo quiero dedicarme a la pintura pero necesito dinero y tengo que trabajar en otra cosa, no estoy sacrificando mi carrera como pintor, sino que estoy generando ingresos para vivir y busco el tiempo para simultanearlo con la pintura y seguir desarrollándome. Si mi hijo quiere ir a la calle y yo quiero ver el fútbol, conecto con la ilusión de mi hijo y su necesidad de ser niño y disfrutarlo y le doy un padre responsable y entregado. Eso no es sacrificarse. Sacrificar algo sería si obligo al niño a que se quede en casa. Por supuesto que hay opciones intermedias, pero con esto quiero decir, que el padre está para el hijo, y no al revés.

Cada ejemplo es diferente y son infinitos. Lo que es igual es la actitud con la que nos enfrentamos a las posibles dificultades. El sacrificio nos limita, nos roba la ilusión, la libertad, la grandeza, la alegría, todo lo bueno. Poner nuestra conciencia al servicio de conectar soluciones y resolver es un acto de poder, grandeza y amor por todos, incluido yo mismo.

Así podremos transmitir que no es necesario sacrificarse, que si queremos poder (para el bien), amor, dinero, relaciones de verdad, realización, etc. nunca lo vamos a encontrar en el camino del sacrificio, sino en el del trabajo, el disfrute y  la lucha por vivir.

1 comentario:

  1. Amén a todo lo que has escrito/dicho!! Lorena.

    ResponderEliminar