Existe la creencia errónea de que los
hijos están para los padres. Es algo cultural. En realidad tiene que ver con
que los hijos eran como un plan de jubilación, o un crédito a bajo coste. La
familia era una unidad económica y de supervivencia, además de transmisores de los
valores emocionales –buenos y no tan buenos- que perviven en la actualidad.
Los primogénitos se llevaban la mayor
parte del pastel o el pastel entero. Pero las familias no estaban compuestas
por papá, mamá y el niño o la niña, ya que no sólo la necesidad de perpetuar la
especie en tiempos de guerra o entreguerras o carencias o mortalidad infantil a
causa de enfermedades hacía que las familias fueran numerosas, sino que la iglesia
siempre andaba por detrás. Estaban papá, mamá y una recua de hijos, que si
había suerte uno era cura o militar, o se iba a América, otra monja, otra
casada de la mejor manera posible y por supuesto la última y alguno despistado por ahí eran el seguro de vida de los padres. Cuidaban de ellos, de las labores de la casa, del campo o de lo que fuera. Hacerse cargo de los padres era una obligación moral y asumían ese destino renunciando en muchos casos a su propia vida, a la realización personal.
casada de la mejor manera posible y por supuesto la última y alguno despistado por ahí eran el seguro de vida de los padres. Cuidaban de ellos, de las labores de la casa, del campo o de lo que fuera. Hacerse cargo de los padres era una obligación moral y asumían ese destino renunciando en muchos casos a su propia vida, a la realización personal.
Más adelante, cuando los tiempos
cambiaron y el número de hijos disminuyó considerablemente mejorando las
condiciones de vida, aún permanecía en el subconsciente colectivo que los
hijos, tarde o temprano, se harían cargo del cuidado de sus padres. Esto, dicho
sea de paso, en la naturaleza no se ha visto en ninguna especie. No existe esa
reciprocidad. Es una continuidad en la cadena. Eso no significa ausencia de
humanidad.
Las relaciones padres/madres-hijos/as
es necesario aclarar que son los padres y madres los que deben vincularse a los
hijos/as, los que tienen que estar a su lado incondicionalmente, los que deben
amarlos, recibir su amor, protegerlos, cuidarlos, hacer que se sientan seguros,
no abandonarlos nunca y no al revés. Estos hijos harán lo mismo con los suyos
cuando los tengan. Lo de que los hijos cuiden de los padres forma parte de una
relación de abuso y es antinatural. Se trata de una imposición social no instintiva.
Los hijos aman a los padres, sin ninguna duda, pero no pueden cuidar de ellos,
protegerlos o sentirse culpables por no hacerlo. La responsabilidad de los
padres es cuidarse, entregarse a hacer felices a los hijos, lo otro si no, se
transforma en una relación de enganche. Así vemos infinidad de hijos e hijas
enganchados a sus progenitores. Esta situación va de la mano con la falta de
rebeldía.
Los daños y los valores que heredamos
de nuestros padres hay que filtrarlos curando los primeros y desarrollando los
segundos. Si eso no es así, generaremos una dinámica de involución de la
especie. Para ello es imprescindible rebelarse sin culpar, sino dando la responsabilidad.
Que los padres asuman esa responsabilidad como una oportunidad de resolver
disfunciones familiares heredadas es ayudar a los hijos en su camino de
felicidad. La rebeldía es la responsabilidad de los hijos. De lo contrario,
entramos en relaciones de dependencia insana.
El enganche consiste en que ninguna de
las dos partes o por lo menos una de ellas no asume su papel y su función. Se manifiesta de dos maneras diferentes: una, como
sometimiento de una parte hacia la otra y dos, como continuo conflicto y
enfrentamiento permanente. Así, en el primer caso, podemos ver a padres que
someten a sus hijos bajo su autoridad o hijos que lo hacen con sus padres, ya
mayores, devolviendo con la misma moneda el trato recibido. En el caso de
enfrentamiento las dos partes se pelean continuamente y discuten por cualquier
cosa tratando de imponer su autoridad por encima de la otra. En ambas
circunstancias, todos pierden porque ni los padres han podido conseguir que sus
hijos sean libres e independientes y los hijos no han terminado de arrancar en
su lucha por la vida y la felicidad. Fracaso total.
La responsabilidad de que no ocurra
ninguna de esas posibilidades es de los padres. Son ellos los que deben dejar
libre al hijo o a la hija. Cuidar su propia salud física y emocional y seguir
protegiéndolos permaneciendo a su lado,
con apoyo, respeto y valoración.
En eso consiste una relación intergeneracional
sana. Lo de que antes se trataba con más respeto a los padres es una
manipulación. Antes a los padres se les trataba con miedo, con temor, con
distancia. El respeto tiene como base el amor, la comprensión. Cuando nos
entregamos a lo que nos toca hacer en la vida, estamos tranquilos, en paz. Si
los padres toman la conciencia de estar para los hijos, de pertenecer a ellos y
no al revés, los hijos pueden volar con libertad, porque existe un sistema de
seguridad que les va a permitir llegar más alto y no estrellarse.
Nadie es más que nadie. Cada uno cumple
su función. Cuando no lo hacemos es cuando se rompe la cadena y comienza el
sufrimiento. Si los padres ahora mismo toman la firme determinación de vivir
para los hijos, velar por ellos, estar a su lado con el alma, dejarán un legado
para todos sus descendientes que, siguiendo su ejemplo, podrán hacer lo mismo
con la siguiente generación. Nunca podemos olvidar que somos únicos,
irrepetibles y además formamos parte de algo más grande: la Vida.
Ser padre/madre es una bendición y entregarse a cuidar y desarrollar la felicidad y autonomía de un hij@ es un regalo.
ResponderEliminarCuántos se miran su ombligo y no hacen más que proyectar su veneno sobre sus vástagos?? No hay derecho, es amoral y no es impune.
A vivir para los hij@s como muy bien escribe Maite!! Por ti, por ell@s, por tod@s ;)
Lorena.