Nuestro cuerpo recoge todos los
acontecimientos pasados. Su memoria abarca nuestra vida y la información
genética de hasta siete generaciones. Una barbaridad, vaya.
Por eso, ante determinados
proyectos basados en las relaciones, saltan las alarmas y, a pesar de poner
nuestra ilusión en ellos, reculamos un poco cuando no vemos otras vías posibles
que no sean las ya experimentadas, con su consecuente fracaso. Y nos volvemos
pesimistas.
La que solía ser precaución natural
pasa a ser defensa a gran escala ante la previsible catástrofe. Tenemos una
vocecilla que nos dice: “Esto va a acabar fataaaal…”. Eso si nos lanzamos a la
aventura. Lo mismo la vocecilla puede transformarse en un grito ensordecedor
que nos paraliza y decidimos darnos la vuelta dejando abandonada la ilusión o
enterrándola.
Cuando queremos sacar un proyecto
adelante tenemos que tener en cuenta las dificultades y errores habituales que
hemos cometido o hemos visto cometer anteriormente. Es decir, que seguimos la
premisa “los errores son para aprender, no para castigarse ni castigar” y no la
de “los errores son para repetirlos una y otra vez y sufrir la culpa una y otra
vez”.
Hemos visto y comprobado por
dónde no ir, pero como no conocemos otra manera de hacerlo, nos arriesgamos de
nuevo de forma temeraria rezando para que esta vez funcione, cosa que nunca
ocurre.
En los proyectos donde participan
más de una persona, suele haber modelos enfermos, porque las personas que lo
forman tienen problemas o daños que no han resuelto, y los ponen ahí
compartiéndolo con todos. Si cada uno hace eso, pone en grave peligro su ilusión
y la de todos, y todo lo que cada uno pone, sea en forma de trabajo o dinero o
ambas.
De tal manera que lo que vemos
desde fuera es que hay lucha de poder, o vacío del mismo, falta de
responsabilidad, sacrificio, y algunos derivados que giran en torno de estos
conceptos.
¿Cómo no renunciar a sacar
adelante un proyecto común sorteando los peligros que conlleva?
Un proyecto en común se funda a
través de un equipo, que a su vez se basa en relaciones sanas. Sería como hacer
equipo dirigido a un proyecto, una empresa a nivel profesional.
El esquema sería el siguiente:
hay seres humanos que tienen una trayectoria y un camino común, con objetivos
comunes y con ilusiones, cada una la suya. Se conocen, crean relaciones de
verdad, donde no se trapichea, sino que se pone todo y se recibe todo. Se crea
equipo a través de la unión, y un día toman la decisión de materializarlo a través
de un proyecto. Dan el paso para que no se quede en algo privado y pueda llegar
a tener una mayor repercusión para todos.
En todos esos pasos, no hay
referentes, o muy pocos. Hay personas que se quedan en la primera parte, en las
relaciones, y a causa del miedo de ir más allá no se arriesgan y repiten
errores. Hay otras que hacen equipo, pero no creen que eso que ellos tratan de
desarrollar pueda tener un alcance global. Se asoma el pesimismo. Y ahí nos
hemos quedado, con las ganas. Por último, está la empresa. Si en los otros
casos no había muchos ejemplos a seguir, cuando se decide fundar una empresa
miras hacia adelante y no se ve ni se oye nada. Los referentes brillan por su
ausencia. Y uno se dice “a ver si lo mismo no hay referentes porque no es
posible…”. Y miras a tus amigos, compañeros de viaje y se te planta una interrogación
en la cabeza. “¿Será posible hacerlo entre todos para el bien de todos?”. Y las
miradas inquisitivas pasan de uno a otro como en el juego del asesino. Y de
nuevo el miedo, la duda, el pesimismo. Es entonces cuando corremos el grave
peligro de tirarlo todo por la borda. Esto puede suceder al principio, en el
proceso de creación de la empresa o cuando ya se ha instaurado y comienza la
rutina y nos atascamos y no evolucionamos.
Sabotear al comienzo, durante la
fundación significa que proyectamos todos
nuestros daños en el pobre proyectito que no acaba ni de ver la luz. Lo
que juega a favor es la ilusión que suele ser grande, y en contra, el miedo, la
inseguridad por la falta de ejemplos y porque aún no hemos conseguido nada, no
hemos dado ni un primer paso apenas.
Sabotear a mitad, cuando lo
estamos desarrollando suele deberse a una lucha de poder. Ha comenzado a
vislumbrarse y todos quieren ocupar un lugar destacado respecto al resto.
Sabotear cuando ya está
instaurado tiene como causa habitual acomodarse y no seguir desarrollando,
aburguesarse y caer en la mediocridad del sistema establecido.
Por supuesto los sabotajes no son
exclusivos de una de las etapas, y se pueden dar en todas. Hay sabotajes de
todo tipo –los expuestos y otros-, y sólo un camino bueno para tener éxito.
El camino para sacar adelante el
trabajo es la entrega total de todos. Es poner lo mejor de cada uno para el
bien común. No se puede esperar a que el otro ponga su parte, y en ese momento
ponemos la nuestra. Esa es una forma fantástica de hundir cualquier trabajo,
relación o lo que sea que queramos plantar. Es ir a por todas por encima de los
posibles sabotajes, abortándolos, no permitiendo que tengan ningún poder.
Si lo que ponemos es totalmente
puro, si no colocamos ninguna carga negativa, crearemos referentes para las
futuras empresas, algo absolutamente imprescindible en los tiempos que corren.
Eso significa desarrollarnos a nivel personal resolviendo las dificultades que
tengamos, desarrollar las relaciones optimizándolas y poner todo eso en un objetivo común para
todos.
Vamos a triunfar!! ;) Lorena.
ResponderEliminar