24 de junio de 2012

Referentes ausentes, proyectos sin rima

Nuestro cuerpo recoge todos los acontecimientos pasados. Su memoria abarca nuestra vida y la información genética de hasta siete generaciones. Una barbaridad, vaya.

Por eso, ante determinados proyectos basados en las relaciones, saltan las alarmas y, a pesar de poner nuestra ilusión en ellos, reculamos un poco cuando no vemos otras vías posibles que no sean las ya experimentadas, con su consecuente fracaso. Y nos volvemos pesimistas.

La que solía ser precaución natural pasa a ser defensa a gran escala ante la previsible catástrofe. Tenemos una vocecilla que nos dice: “Esto va a acabar fataaaal…”. Eso si nos lanzamos a la aventura. Lo mismo la vocecilla puede transformarse en un grito ensordecedor que nos paraliza y decidimos darnos la vuelta dejando abandonada la ilusión o enterrándola.

Cuando queremos sacar un proyecto adelante tenemos que tener en cuenta las dificultades y errores habituales que hemos cometido o hemos visto cometer anteriormente. Es decir, que seguimos la premisa “los errores son para aprender, no para castigarse ni castigar” y no la de “los errores son para repetirlos una y otra vez y sufrir la culpa una y otra vez”.

Hemos visto y comprobado por dónde no ir, pero como no conocemos otra manera de hacerlo, nos arriesgamos de nuevo de forma temeraria rezando para que esta vez funcione, cosa que nunca ocurre.
En los proyectos donde participan más de una persona, suele haber modelos enfermos, porque las personas que lo forman tienen problemas o daños que no han resuelto, y los ponen ahí compartiéndolo con todos. Si cada uno hace eso, pone en grave peligro su ilusión y la de todos, y todo lo que cada uno pone, sea en forma de trabajo o dinero o ambas.

De tal manera que lo que vemos desde fuera es que hay lucha de poder, o vacío del mismo, falta de responsabilidad, sacrificio, y algunos derivados que giran en torno de estos conceptos.

¿Cómo no renunciar a sacar adelante un proyecto común sorteando los peligros que conlleva?

Un proyecto en común se funda a través de un equipo, que a su vez se basa en relaciones sanas. Sería como hacer equipo dirigido a un proyecto, una empresa a nivel profesional.

El esquema sería el siguiente: hay seres humanos que tienen una trayectoria y un camino común, con objetivos comunes y con ilusiones, cada una la suya. Se conocen, crean relaciones de verdad, donde no se trapichea, sino que se pone todo y se recibe todo. Se crea equipo a través de la unión, y un día toman la decisión de materializarlo a través de un proyecto. Dan el paso para que no se quede en algo privado y pueda llegar a tener una mayor repercusión para todos.

En todos esos pasos, no hay referentes, o muy pocos. Hay personas que se quedan en la primera parte, en las relaciones, y a causa del miedo de ir más allá no se arriesgan y repiten errores. Hay otras que hacen equipo, pero no creen que eso que ellos tratan de desarrollar pueda tener un alcance global. Se asoma el pesimismo. Y ahí nos hemos quedado, con las ganas. Por último, está la empresa. Si en los otros casos no había muchos ejemplos a seguir, cuando se decide fundar una empresa miras hacia adelante y no se ve ni se oye nada. Los referentes brillan por su ausencia. Y uno se dice “a ver si lo mismo no hay referentes porque no es posible…”. Y miras a tus amigos, compañeros de viaje y se te planta una interrogación en la cabeza. “¿Será posible hacerlo entre todos para el bien de todos?”. Y las miradas inquisitivas pasan de uno a otro como en el juego del asesino. Y de nuevo el miedo, la duda, el pesimismo. Es entonces cuando corremos el grave peligro de tirarlo todo por la borda. Esto puede suceder al principio, en el proceso de creación de la empresa o cuando ya se ha instaurado y comienza la rutina y nos atascamos y no evolucionamos.

Sabotear al comienzo, durante la fundación significa que proyectamos todos  nuestros daños en el pobre proyectito que no acaba ni de ver la luz. Lo que juega a favor es la ilusión que suele ser grande, y en contra, el miedo, la inseguridad por la falta de ejemplos y porque aún no hemos conseguido nada, no hemos dado ni un primer paso apenas.

Sabotear a mitad, cuando lo estamos desarrollando suele deberse a una lucha de poder. Ha comenzado a vislumbrarse y todos quieren ocupar un lugar destacado respecto al resto.

Sabotear cuando ya está instaurado tiene como causa habitual acomodarse y no seguir desarrollando, aburguesarse y caer en la mediocridad del sistema establecido.

Por supuesto los sabotajes no son exclusivos de una de las etapas, y se pueden dar en todas. Hay sabotajes de todo tipo –los expuestos y otros-, y sólo un camino bueno para tener éxito.

El camino para sacar adelante el trabajo es la entrega total de todos. Es poner lo mejor de cada uno para el bien común. No se puede esperar a que el otro ponga su parte, y en ese momento ponemos la nuestra. Esa es una forma fantástica de hundir cualquier trabajo, relación o lo que sea que queramos plantar. Es ir a por todas por encima de los posibles sabotajes, abortándolos, no permitiendo que tengan ningún poder.

Si lo que ponemos es totalmente puro, si no colocamos ninguna carga negativa, crearemos referentes para las futuras empresas, algo absolutamente imprescindible en los tiempos que corren. Eso significa desarrollarnos a nivel personal resolviendo las dificultades que tengamos, desarrollar las relaciones optimizándolas  y poner todo eso en un objetivo común para todos.

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