“No valoramos lo que tenemos
hasta que lo perdemos”. Bastante coherente y realista esta expresión. Ocurre
con todo lo importante: el amor, la alegría, la ilusión y en el caso que nos
ocupa, la salud.
Los hábitos actuales suelen ser intoxicar
nuestro cuerpo mientras es joven, y vivir de él hasta quemarlo. Ése es
habitualmente el protocolo.
No tenemos ni idea de
alimentación sana, de salud natural, de curación, ni nos interesa. Sólo nos
echamos las manos a la cabeza cuando en una visita rutinaria o no, el médico nos
da un diagnóstico inesperado. Lo peor es que por no asumir la responsabilidad,
que asociamos con culpa, acabamos autoconvenciéndonos de que nos ha tocado la
china y ya está. Que es cuestión de –mala- suerte. En el fondo sabemos que eso
no cuela ni de coña. Pero entre pastilla y pastilla, prueba y prueba, nos
entretenemos de
igual manera que hacíamos consumiendo “alimentos” o bebidas perjudiciales para nuestra salud, además de otros hábitos igualmente insalubres.
igual manera que hacíamos consumiendo “alimentos” o bebidas perjudiciales para nuestra salud, además de otros hábitos igualmente insalubres.
- Consentimos ser consumidores compulsivos de un sistema enfermo, aceptamos ser víctimas de una sociedad destructiva para la que prima la productividad por encima de las personas y, por supuesto, por encima del planeta, animales y plantas incluidos. Así pues, cada vez más comemos alimentos “veneno” que han sido producidos a costa de explotación de seres humanos y en perjuicio de los recursos naturales. Desconocemos los detalles de fabricación de la comida o bebida procesada, los conservantes, colorantes, emulgentes, etc. que llevan, ni sus consecuencias en nuestro organismo.
- Llenamos los vacíos de realización que tenemos, la pena y el mosqueo que nos carcome, además de con hábitos de conducta desaconsejables, con consumo de alcohol, tabaco, y todos los tipos de droga que estén de moda dependiendo de la década en que hayamos nacido. No es lo mismo la droga de los 70, que la de los 80, que la de los 90, que las de estos primeros años del siglo XXI.
- Si tenemos una enfermedad, leve o grave, nunca vamos a la raíz, porque eso representaría ir a otros planos que no sólo son físicos, de forma que se desmoronaría la base construida con mentiras en las que se cimenta nuestra vida y la de las personas que nos rodean. Así que nos tomamos unas pastillas y cortamos por lo sano.
Esto se basa en tres conceptos
por orden de aparición, y cada uno corresponde a los puntos anteriormente
explicados:
- La felicidad no existe.
- El amor no existe.
- La sanación no existe.
Hemos creado una cultura donde
nos abandonamos y nos resignamos a acumular enfermedades, poniendo la solución
en manos de otros, de los "expertos". Por supuesto que es importante la labor de
los profesionales en todos los casos de emergencia porque salvan vida. Sin
embargo, ¿cuál es la ideología, la línea que se sigue en cuanto a la curación?
¿La salud o la enfermedad? ¿Todos los recursos curativos o los intereses de las
empresas farmacéuticas? ¿Qué prima? Evidentemente, en un sistema en que el
poder y el dinero son más importantes que los seres humanos, en lo referente a la
salud, la cosa no cambia.
Ocuparse de uno mismo es un acto
de responsabilidad. Ocuparse, no es preocuparse, es dar pasos para resolver. Si
asumimos la responsabilidad de habernos enfermado, habremos dado el paso para
asumir nuestra responsabilidad en el proceso de curación, independientemente
del nivel en que nos encontremos.
Falta conciencia como por un
tubo. Aquí van algunos ejemplos para cuando pasamos por alto temas
fundamentales en cuanto a salud se refiere:
- No estamos diseccionados: cuerpo, corazón, mente y espíritu están íntimamente unidos. El cuerpo es el que nos avisa que el resto está enfermo.
- Tomar pastillas quita los síntomas, y los síntomas son señales que nos da el cuerpo para decirnos “¡Eh, que aquí hay algo que no funciona, presta atención! ¡Haz algo!”. Con lo cual, lo que hacemos es taparnos los oídos diciéndole al cuerpo “Habla chucho, que no te escucho…”.
- La alimentación insana genera enfermedad.
- El sufrimiento acorta la vida.
- Existen suplementos nutricionales, remedios naturales, y gran cantidad de disciplinas que trabajan en ese sentido que no sólo no usamos sino que desconocemos. Así pues, es el momento de cambiar la conciencia y buscar lo puro, lo sano, lo ecológico, lo sagrado, la salud, la curación, la sanación. Quedarnos con los brazos cruzados y ser títeres para que hagan y deshagan con nuestro consentimiento no es una opción aceptable.
Rebelarse a la ignorancia a la
que nos condenan en el campo de la salud es el paso a dar. Nadie tiene derecho a decidir
lo que debemos saber y lo que no, lo que debemos consumir y lo que no, y cómo
debemos enfermar para resultar rentables y poco molestos.
Alguien con un poder
desarrollado sobre salud es muy peligroso, por eso es mejor despreciar esos
conocimientos sobre salud natural y ponerlos en entredicho con frases como “No
está demostrado”, “No tienes titulación para afirmar eso” o “Todo eso es un
fraude”. Hay tradiciones que son ancestrales y hay aplicaciones tecnológicas que desarrollan salud actualmente. Y ambos se complementan. Ni vivimos en una cueva ni
en un tubo de ensayo. Es imprescindible que todos los conocimientos se pongan a
disposición del ser humano y no al revés, todos los medios están a nuestro servicio. Pero el trabajo debemos hacerlo
nosotros activamente con esa conciencia de sanación para todos los seres
humanos.
"Vida sana hay que tener, porque queremos crecer..." La musiquilla de un anuncio donde los cerditos hacían deporte.
ResponderEliminarEs patente que la medicina química es la que domina y seguro que son los propios laboratorios los encargados de despreciar la medicina natural. Por suerte la conciencia va creciendo al respecto y de aquí a unos pocos años se notará aún más.
Lorena.