En los tiempos que corren, donde
el patio está hecho polvo, más vale que aprendamos a defendernos. Por supuesto
que hay que seguir construyendo y no con el rifle debajo del brazo, pero si nos
atacan, en la forma que sea, habrá que reaccionar.
Suele ocurrir que no nos han
enseñado a hacerlo, porque la bondad parece que está reñida con la agresividad.
Y eso es una mentira como un templo. Con lo que está reñida es con la
violencia, que es algo bien diferente. La agresividad es para defender, la
violencia para atacar.
Pues bien, es fundamental
defender la bondad, porque si no, se la pueden cepillar los quemados,
maltratadores, sufridoras, resentidas, misóginos, y el resto de la colección.
¿Cómo responder a un ataque
directo o indirecto? Tratar de razonar con alguien que utiliza la violencia es
predicar en el desierto. Hay que imponer una fuerza mayor a la suya. Sentirnos
seguros, e ir a por todas, protegidos. En un callejón oscuro no vas a decir a
los doce que te acaban de insultar que te cagas en toda su familia, pero en un
sitio público sí, aunque sea políticamente incorrecto. Por supuesto, se pueden
utilizar otras defensas, pero nunca, frases del estilo «déjame en paz», «no te
metas conmigo» o «no sigas hablando mal de mí» porque es darle vía libre a que
siga haciéndolo contemplando cómo adoptamos un papel de víctima.
Además de ataques directos o
indirectos existen los ataques de personas conocidas o desconocidas. Normalmente
las desconocidas suelen ejecutar ataques directos. Hay gente que se desahoga
con el primero que pasa, hay otra que malmete y nos difama, o que proyecta en nosotros mal rollo. Y eso hace daño.
Lo suyo es desarrollar nuestra
fuerza y estudiar estrategias para cuando la ocasión lo requiera. Saber de qué
van quienes nos atacan en la forma que sea y reaccionar con rapidez y de manera imprevisible en la defensa.
Es muy importante ir por delante,
anticiparse, conocer lo que el otro vaya a hacer.
No es adecuado sentirnos
culpables por defendernos porque nos pone en peligro a nosotros y a la vida. Si
el lenguaje o la actitud no es la que adoptaríamos en otra situación, no pasa
nada. No es que nos hayamos transformado en miserables o destroyers, es
que la ocasión lo requiere.
No sólo lo hacemos por nosotros mismos
sino por todas las personas que nos quieren. Que venga un o una capulla a
destruir todo lo construido en las relaciones de amor no está permitido. También lo hacemos por nuestros hijos e hijas y por el niño o niña pequeña que llevamos dentro,
que quiere seguridad, desarrollar ilusiones, felicidad y protección de su mundo
feliz.
Es el momento de matricularse en
esa asignatura pendiente que es defender. Ver cuáles son los puntos flacos y
cómo desarrollarlos, sacar nuestra agresividad e imponer y dominar a la otra parte y
la situación en sí.
La persona que ataca no tiene tanto
poder como parece, pero sí mucho mal rollo y da el pego. Sin embargo, está tan
hecha polvo que no puede con una defensa bien armada, fuerte y sin fisuras.
Si necesitamos defensa personal,
nos entrenamos para que la amenaza de violencia física no nos saque de nuestra
posición. Si desconocemos los cuadros psicopatológicos de las personas que
muestran estas actitudes, las estudiamos. Si flojeamos en estrategia, buscamos
conectarla desde el alma y procesarla en la mente además de acompañarla con
libros, películas, revistas especializadas u otros recursos.
Lo importante es no aguantar, no
replegarnos, no darnos por vencidos ni por vencidas y no regalarles nuestro poder, que está totalmente por encima del suyo -el problema es que no lo sabemos-. Somos increíblemente
fuertes, con gran determinación y voluntad férrea si nos lo proponemos.
La de veces que me he comido el mal rollo que alguien me dirigía a mí creyendo erróneamente que si me defendía iba a ser peor.... Lo que tú dices, dan el pego pero de poder, en verdad, van escasos y ante una defensa bien armada no hay rival. Lorena.
ResponderEliminar