4 de junio de 2012

¿Por qué no ser pioneros?

Lo de las mayorías como rebaños es absolutamente innecesario. A la pregunta de «¿dónde va Vicente?», la respuesta debe dejar de ser «donde va la gente» y bien podemos sustituirlo por «a la fuente», «a subir el puente» o «a empastarse un diente». Tampoco nos sirve «donde le lleva la corriente» como al juego de la oca porque volvemos a dejar nuestra autoridad a la masa -con minúsculas-. Ese «donde va la gente» lo mismo nos tira por el barranco y nosotros desconectados de cualquier pensamiento crítico, que es lo habitual en una sociedad manipulada por el interés, el ansia de poder y la falta de escrúpulos de unos cuantos.

Admiramos a esas personas que han hecho tal o cual hazaña, admiramos más a las que lo tenían todo en contra y creyeron en ellas mismas, y admiramos aún más a aquéllas que consiguieron superar todo eso para llegar y no morir en el intento.

No hay nadie que haya llegado a algún sitio esperando a que otro le abra el camino. Verbos como descubrir, conseguir, alcanzar, desarrollar, para
luego mostrar, enseñar, compartir, etc. acaban estando fuera de nuestro vocabulario.

Es un rol que pertenece exclusivamente a una élite, a la que nosotros, simples seres mortales de a pie, no accedemos porque sentimos que no estamos a la altura o no hemos sido elegidos para tal noble fin. El hombre y la mujer se arriesgan a vivir desde el principio de los tiempos, desde que salieron a comer raíces o dinosaurios, desde que pintaron en las cuevas o descubrieron el fuego. Llegamos con esa información genética de incertidumbre y aventura. Aunque esté un tanto enterrada en la maraña de confusión actual ese impulso a atreverse es un rasgo de nuestra esencia que necesitamos desarrollar. Todos y todas. Es como jugar en el patio del cole a ser exploradores y el explorador o exploradora siempre es la misma persona y las demás son el coro, o los animales, o los porteadores. Al final estas no desarrollan ese papel protagonista, por decirlo de alguna manera, y se quedan a lo que les digan, obedientes. Imponerse por el bien, por el amor, dominar, liderar, tomar decisiones son actitudes que forman parte de nuestro desarrollo como seres humanos y debemos atenderlas. Por supuesto, también hay que adoptar el papel de dejarse guiar, ser dominado por el bien, apoyar a quien lidera en esos momentos… cuando la ocasión lo requiera y hacer equipo.

Cada ser individual es o puede ser referente en un campo y hay para todos. Lo mismo que hay para todos felicidad, recursos naturales, poder, amor, y más. Nos han educado en la creencia de que sólo son unos cuantos los que se lo llevan, transformando el derecho de todos en el privilegio de algunos, y el resto, la plebe, les hacemos de séquito.

Si no cogemos el poder de dominar, de abrir caminos para todos, puede que nos quedemos escasos de referentes, o muy mal guiados por unos pocos, cosa nada aconsejable. Por lo tanto, no sólo es una necesidad de realización, sino que es una responsabilidad con los demás congéneres.

Hay que meter en el saco varias cosas y agitar para que salga la mezcla perfecta con los siguientes ingredientes: los valores que tenemos, la ilusión que tenemos, nuestra determinación y nuestra responsabilidad. Agitamos bien, y sale de la coctelera algo grande con nuestro sello personal.

Podemos hacerlo, siempre eligiendo el camino del bien. Claro que puede haber dudas o inseguridad o sensación de estar en un abismo donde no hay camino. Pero todo eso se supera.

Si tuviéramos ejemplos podríamos seguirlos, a nuestro estilo, por supuesto. No se puede dejar pasar una senda que ya tiene marcadas las huellas y advierte de los peligros acaecidos. Aprovechar la experiencia de las personas que ya han pasado por ahí es una actitud completamente sabia. Si no está esa experiencia previa de la que aprender, cogemos lo que sí sentimos que se puede salvar de la persona que ha andado el camino, aunque con muchas curvas y salidas a la cuneta y lo formateamos de tal manera que incluimos nuestra fuerza y determinación aprendiendo de los errores de la anterior.

Podemos salvar vida, reorientar o continuar caminos iniciados apoyándonos en referentes desde nuestra esencia y a nuestro modo o abrir caminos nuevos -o autovías- conectándolos desde el alma, que siempre nos da la respuesta con un test tan sencillo como «esto está bien y esto no está bien». Que se multipliquen los referentes para las próximas generaciones es mejorar la especie humana haciendo que se desarrolle y brille.

1 comentario:

  1. Vete reuniendo tus artículos en un libro para que se aprenda en los centros escolares!!! Es sencillamente lúcido, inspirador y verdadero. Me encanta. Lorena.

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